Perspectiva: El Mayo, Los Chapitos y la Estrategia Kingpin
Perspectiva: El Mayo, Los Chapitos y la Estrategia Kingpin
Guadalupe Correa-Cabrera
Este artículo está disponible en inglés aquí
El arresto formal (según versiones oficiales) o entrega “pactada”/traición (según ‘otras’ versiones) de dos importantes líderes del Cártel de Sinaloa—Ismael “El Mayo” Zambada y Joaquín Guzmán López, uno de los hijos de “El Chapo” Guzmán—el jueves 25 de julio en la ciudad fronteriza de El Paso, Texas, ha suscitado una serie de especulaciones e historias sin verificar que capturan la atención de gran parte de los medios de comunicación y redes sociales en México y Estados Unidos en los últimos días. No obstante los datos reales detrás de esta historia, la detención del cofundador del Cártel de Sinaloa junto con uno de Los Chapitos seguramente tendrá efectos relevantes en la política de ambos países, así como en la relación bilateral.
Carteles de búsqueda de Ismael “El Mayo” Zambada y Joaquín Guzmán López
La desinformación y los supuestos testimonios de fuentes oficiales sin identificar han dominado la discusión sobre temas de narcotráfico y delincuencia organizada mexicanos en el espacio público. Las contradicciones y el uso político de esta historia no se han hecho esperar. Es prácticamente imposible ahora mismo conocer con certeza lo que sucedió en realidad. Los detalles sobre este suceso obsesionan a la prensa y la comentocracia enfocadas en temas de narcotráfico y delincuencia organizada en nuestro continente. Se multiplican los (auto)denominados “expertos” en el Cártel de Sinaloa y procesos judiciales de Estados Unidos, así como las especulaciones sin sustento. La explicación sobre lo sucedido se va tornando bastante confusa.
Los detalles del arresto o entrega del famoso “Mayo” Zambada y uno de los Chapitos se vuelven irrelevantes en el contexto general de un fenómeno clave que transciende fronteras y que ha resultado en la muerte de cientos de miles de personas por sobredosis de drogas o violencia relacionada con el narcotráfico en Estados Unidos y México en los últimos años. Después de lo ocurrido el pasado 25 de julio, se espera, según los “expertos”, una escalada en los niveles de violencia en México, principalmente en los territorios dominados por el Cártel de Sinaloa y en aquellas regiones en disputa entre dicha organización y el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG). También se espera que los dos narcotraficantes bajo custodia del gobierno estadounidense se conviertan en testigos protegidos y revelen información importante sobre las operaciones de la organización criminal y las redes de protección a la misma por parte de autoridades y políticos mexicanos.
En general, se anticipa un periodo sangriento en México derivado del descabezamiento de una de las dos agrupaciones criminales más violentas del país, las cuales representan supuestamente uno de los mayores riesgos a la salud pública en Estados Unidos en el marco de la denominada crisis del fentanilo. Los arrestos de El Mayo y uno de Los Chapitos—aunados a la detención en México y posterior extradición de otro Chapito, Ovidio Guzmán López, a Estados Unidos en 2023—se enmarcan dentro de la denominada estrategia kingpin (o descabezamiento de grupos del narcotráfico) de la agencia antinarcóticos estadounidense, la DEA. No obstante que dicha estrategia ha resultado ser completamente fútil para confrontar al narcotráfico y limitar la entrada de drogas a los Estados Unidos, el gobierno de este país insiste en aplicarla, potenciarla y exportarla a otros países a través de sus principales agencias de seguridad.
La detención en El Paso de dos líderes del Cártel de Sinaloa y la discusión posterior en el espacio público refuerzan y reivindican la estrategia kingpin y la colocan en el centro de las acciones antinarcóticos de Estados Unidos, no obstante sus nulos resultados, así como la enorme cantidad de recursos materiales erogados y la pérdida de vidas humanas derivada de su implementación. Sorprende la insistencia en aplicar esta fallida estrategia por parte del gobierno de Estados Unidos, principalmente a través de la DEA. Ello sólo podría explicarse en caso de que las acciones relevantes no estén enfocadas en una lucha real contra las drogas. A veces pareciera se sustentan más bien en agendas geopolíticas o de control geoestratégico en las Américas que aseguran una presencia territorial importante de las agencias estadounidenses fuera de sus fronteras; el control de recursos naturales estratégicos; y la presión facciosa de gobiernos extranjeros a través de testimonios sin verificar de testigos cooperantes y testigos protegidos. Cabe señalar que los casos más sonados de supuesta vinculación de funcionarios mexicanos de primer nivel (tales como Genaro García Luna, el General Salvador Cienfuegos y las investigaciones sobre la campaña de Andrés Manuel López Obrador en 2006) están fundamentados primordialmente en testimonios de criminales confesos que buscan reducir su pena. Las evidencias materiales contundentes del supuesto contubernio entre personajes de las más altas esferas del gobierno mexicano y el narcotráfico han estado prácticamente ausentes en los juicios e investigaciones por parte de la DEA.
En el caso de México, la insistencia en la fallida estrategia kingpin por parte de las agencias de seguridad estadounidenses—sobre todo de la DEA—nos hacen pensar en un objetivo poco transparente, que se justifica en un espectáculo que distrae la atención de lo esencial: el verdadero combate al narcotráfico y la reducción en el consumo de drogas. La estructura de las organizaciones dedicadas al narcotráfico en la mira del gobierno estadounidense parece estar mucho más descentralizada de lo que reportan agencias de seguridad, think tanks y medios de comunicación en general. Un análisis riguroso sobre el contexto criminal y el narcotráfico en México apuntaría a que tanto el Cártel de Sinaloa, como el Cártel Jalisco Nueva Generación no son organizaciones que operan a nivel nacional bajo liderazgos específicos de “Señores del Narco” como El Mayo, El Mencho o Los Chapitos. Si atendemos más bien a las dinámicas locales de la violencia en México, entenderíamos que enfocarnos en capos o narcos es una tarea fútil. Las dinámicas de operación del Cártel de Sinaloa y el CJNG se entienden mejor a través de un análisis de redes sociales, pues en realidad hablamos de redes criminales complejas que operan localmente, se conectan bajo ciertas circunstancias y se van a adaptando a los requerimientos del mercado y a las estrategias gubernamentales antinarcóticos del momento. Asimismo, podemos pensar en un modelo de franquicia criminal con múltiples cabezas o células locales que no atienden realmente a un liderazgo central representado por un narco o algunos capos—de esos representados en las series de Netflix.
El narcotráfico no ha sido desmantelado de ninguna manera a través de la estrategia kingpin. Cada vez más drogas ingresan a la Unión Americana, sin importar cuántos capos sean arrestados y juzgados por las autoridades de Estados Unidos. Entonces, ¿por qué enfocar nuestra atención en historietas de “Señores del Narco”? Sería más conveniente una investigación exhaustiva de las dinámicas locales del crimen organizado y diferenciar entre narcotráfico y paramilitarismo criminal. Asimismo, se recomienda un enfoque en la demanda de narcóticos y en particular en las dinámicas de recepción, distribución y consumo de drogas al interior de la Unión Americana, no únicamente en México. Es crucial atacar las causas de raíz de la oferta y demanda de narcóticos al mismo tiempo. Enfocarnos en los detalles o pueriles especulaciones sobre el arresto, traición o entrega pactada de El Mayo y Los Chapitos parece inútil en el contexto de una crisis de adicciones y políticas fallidas de lucha antinarcóticos.
Dra. Guadalupe Correa-Cabrera es Profesora en la Escuela Schar de Política y Gobierno en la Universidad de George Mason. Por ocho años fue Profesora en el Departamento de Asuntos Públicos y Estudios de Seguridad de la Universidad de Texas-Valle del Río Grande campus Brownsville (antes Universidad de Texas en Brownsville, UTB). Sus áreas de especialidad incluyen: estudios fronterizos, relaciones México-Estados Unidos, estudios de seguridad, narcotráfico, migración y trata de personas.Es autora de los libros Los Zetas Inc.: Criminal Corporations, Energy, and Civil War in Mexico (University of Texas Press, 2017; versión en español publicada por Planeta en 2018) y Democracy in “Two Mexicos”: Political Institutions in Oaxaca and Nuevo León (Palgrave Macmillan, 2013). Es co-editora (con Victor Konrad) del volumen titulado North American Borders in Comparative Perspective (University of Arizona Press, 2020). También es co-autora (junto con Tony Payan) de dos libros titulados Las Cinco Vidas de Genaro García Luna (El Colegio de México, 2021) y La Guerra Improvisada: Los Años de Calderón y sus Consecuencias (Océano, 2021). Su más reciente libro, en coautoría con Sergio Chapa, se titula Frontera: A Journey across the U.S.-Mexico Border (Texas Christian University Press, 2024).