Small Wars Journal

Insurgencia Criminal: Narcocultura, Bandidos Sociales y Operaciones de Información

Mon, 11/04/2013 - 9:10am

Insurgencia Criminal: Narcocultura, Bandidos Sociales y Operaciones de Información

John P Sullivan

Artículo de SMALL WARS JOURNAL 3 diciembre 2012

Los cárteles de la droga y bandas latinas suponen un desafío a  la autoridad estatal en México y América Central. Esta lucha de poder-contrapoder resta legitimidad y solvencia al estado a la vez que otorgan poder económico y político a los carteles y las bandas criminales. En esta lucha, los cárteles suministran bienes utilitarios y sociales, escriben narrativas de poder y rebelión y actúan como “bandidos sociales post-modernos” para obtener apoyo y legitimidad dentro de sus propias organizaciones y las áreas geográficos que controlan. Su mensaje se difunde a través de la violencia instrumental y simbólica, operaciones de información (incluyendo la influencia de la prensa y una narrativa social – narcocultura- donde los gánsteres se retratan como contrincantes poderosos al estado corrupto). Narcocorridos (canciones populares), narcomantas (lonas, banderas, pancartas), narcobloqueos (cortes de tráfico), narcomensajes (mensajes en muchas formas incluyendo “cadáver-mensajes”), y narco santos (sistemas alternativos de veneración incluyendo Jesús Malverde y la Santa Muerte) son empleados para construir estas narrativas de contrapoder. El siguiente artículo examina estas dinámicas desarrollándose actualmente en América Latina y las describe colocandolas en una perspectiva teorética.

El narcoconflicto  representa, actualmente, una característica permanente en la vida diaria de México y América Central (así como grandes sectores de América Latina). En México alrededor de 99,667 personas han sido asesinadas en la lucha de poder dentro de la ´zona narcoguerra´. [1] La narcoguerra  (Campbell, 2009) es un espacio disputado donde los narcos (abreviado de narcotraficantes) y el estado libran la batalla por el poder, legitimidad y control social/cultural. La guerra de narcóticos mexicana es un conflicto interno salpicado por la  hiper-violencia, corrupción e impunidad donde los carteles luchan por el control de las plazas (nodos y rutas lucrativas de trans-envio). Las narrativas de violencia y poder son elementos claves de esta lucha para asegurar el control del narcopanorama – el panorama político y social de la zona narcoguerra.

Zona Narcoguerra

La zona narcoguerra es un mundo cultural de traficantes de droga (narcocultura) y las fuerzas de seguridad que combaten el tráfico de drogas. Es un espacio transnacional y cultural donde fuerzas competidoras (estados, gánsteres y sociedad civil) libran una guerra física y de información para controlar el territorio, los mercados y esferas de influencia. Por lo tanto, la zona de narcoguerra o narcopanorama es un paradigma físico y cultural donde actores compiten para el poder. La batalla tiene dimensiones cinéticas (actos violentos) y de información (propaganda y operaciones de información). Ambas dimensiones tienen su intersección en el espacio físico y virtual (medios de comunicación tradicional y medios nuevos) donde ambos lados intentan introducir un discurso político, económico y cultural para enmarcar el valor y controles del tráfico de drogas. La guerra para controlar el narcopanorama es de una brutalidad creciente, con hipo-violencia y barbarie que elabora un discurso dentro de la esfera pública. Las características del conflicto (Sullivan, 2012) incluyen:

  • Nuevas armas (narcotanques o vehículos tipo infantería (psuedo militares) improvisados;
  • Ataques con granadas, disparos, asesinatos en masa, descuartizacíon y decapitación;
  • Operaciones de información de carteles (incluyendo narcomensajes en la forma de narcopropaganda (narcomantas), narcograffiti (narcopintas), cortes de tráfico (narcobloqueos), cadáver-mensajes (dejar un mensaje en un cuerpo mutilado para definir el espacio operacional);
  • Secuestros (levantones), fosas comunes (narcofosas) y limpieza social (asesinatos múltiples dentro de zonas de influencia de los cártel;
  • Ataques a periodistas, Alcaldes, Policía y sociedad civil en general;
  • Narcocultura representada en sistemas de creencias alternativas como el culto a la Santa Muerte y Jesús Malverde y reforzada por los narcocorridos que apoyan la visión global del narco.

Contrapoder y los nuevos medios de comunicación

La batalla librada por el crimen organizado (cárteles y bandas) reta y erosiona la capacidad del estado para gobernarlo, anula el estado de derecho a través de impunidad endémica y genera crisis humanitarias a causa de la violencia de alta intensidad y brutalidad. Los nuevos medios de comunicación son centrales en esta búsqueda de poder donde el impacto interactivo de violencia, corrupción e información alimenta asaltos premeditados que atentan contra a la solvencia estatal (el resultado neto de capacidad y legitimidad). Estos ataques esencialmente degeneran en insurgencia criminal, una forma contemporánea de conflicto donde el crimen y la politica convergen (Sullivan and Bunker, 2012). Por lo tanto, operaciones de información de los cárteles y narcocultura son una expresión de la dinámica poder-contrapoder (Castells, 2009). Los nuevos medios de comunicación dan forma a la narcoesfera (incluyendo la guerra contra la droga y la insurgencia criminal) facilitando las siguientes herramientas a los narcos y la sociedad estatal y civil:

  • La capacidad de comunicar, en tiempo real o concertado, de todos los participantes en el conflicto;
  • El medio de facilitar avisos y mostrar intenciones;
  • El medio de burlar la narcocensura;
  • El medio de facilitar reportajes a los medios de comunicación tradicionales así como ejercer como alternativa a los mismos;
  • Un mecanismo para reforzar la sociedad civil y/o la narcocultura.

Insurgencia criminal: Violencia, Corrupción y Operaciones de Información

No es sorprendente que los grupos de crimen organizados (cárteles o bandas) empleen violencia como herramienta para llevar al cabo sus negocios. Amenazas, coerción y violencia instrumental salpican sus actividades. Como consecuencia, estas empresas suelen querer eludir detección y prefieren corromper los instrumentos del estado en vez de enfrentarse en confrontación directa. Crimen organizado normalmente opera en un estado de los que Sabel (2009) llama `estado de colusión corrupta´. Sin embargo como ilustran las guerras criminales actuales, estos actores pueden hacerse frente al estado directamente cuando sus intereses están retados (Bailey y Talyor, 2009). Insurgencia criminal es el mecanismo de confrontación con el estado que resulta cuando la relación entre crimen organizado y el estado cae en desequilibrio.

La insurgencia criminal presenta un reto a estados y comunidades. La insurgencia criminal defiere de la insurgencia terrorista convencional debido a que el único motivo político de los insurgentes criminales es ganar autonomía y control sobre el territorio. Se realiza mediante el ahuecado del estado y la creación de enclaves criminales para asegurar la libertad de maniobra.

La conquista, control o disrupción de nodos estratégicos en el sistema global y las intersecciones entre estos nodos de actores criminales pueden tener efectos en cascada. El resultado es un estado fluido que da lugar a un ahuecamiento estructural de muchas de las funciones estatales mientras se refuerzan el mando ejecutivo del país y su énfasis en la seguridad interior. Este ahuecamiento de las funciones del estado también viene acompañado por una estratificación extra-nacional de funciones estatales con una variedad de estructuras o “fora” para adjudicar territorio, autoridad y derechos (TAR) (Sassen, 2006). Las “foras” – incluyendo zonas de fronteras son objeto de una creciente disputa, con estados y empresas criminales buscando su propio parte del mercado. Como resultado, los insurgentes globales, terroristas y empresas criminales en red pueden delimitar ´territorios sin ley´, ´ciudades ferales´ y ´estados paralelos´ caracterizados por soberanía dual. Insurgencias criminales pueden existir en varios niveles (Sullivan, 2012):

  • Insurgencias Locales (bandas que dominan el territorio local y la vida política, económica y social en reductos criminales y otras zonas gobernadas;
  • Batalla para el estado paralelo (batallas para el control del ´estado paralelo´. Ocurre dentro del espacio gobernado por el estado paralelo, salpicando y afectando el público en general así como las fuerzas policiales y militares que aspiran a contener la violencia y parar el erosionamiento de la gobernabilidad legitima y solvencia del estado;
  • Combatir al Estado (empresas criminales retan directamente  al estado  para asegurar o sostener su campo de acción independiente; los cárteles son activos beligerantes contra el estado;
  • El Estado se derrumbe (violencia criminal de alta intensidad entra en un espiral sin control; el efecto acumulativo, sin freno ni control, de violencia criminal y subversión criminal de la legitimidad del estado a través de corrupción endémica y cohecho.  En este caso el estado sencillamente pierde la capacidad de responder).

Como apuntan los autores en “Attacks on Journalists and “New Medi” in Mexico´s Drug War: A Power and Counter Power Assessment” (Sullivan, 2011), un componente creciente y significativo de esta violencia se dirige contra periodistas y grupos mediáticos en un esfuerzo de silenciar los medios de comunicación para garantizar que las operaciones de los carteles pueden llevarse al cabo con impunidad. Los medios de comunicación son atacados con granadas, y periodistas asesinados, secuestrados o “desaparecidos”. Notablemente, el 18 de Septiembre 2012, el periódico de Ciudad Juárez El Diario (actualmente editado al otro lado de la frontera internacional en El Paso, Texas) publicó un editorial sin precedentes ¿Qué quieren de nosotros? En ingles simplemente “What do you want from us?”. Publicado el día después del asesinato de uno de sus fotógrafos, el editorial dibujó un retrato realista del asalto intenso y sin piedad contra la prensa libre por parte del gansterismo de los cárteles. El Diario se transcribe:

Señores de las diferentes organizaciones que se disputan la plaza de Ciudad Juárez: la pérdida de dos reporteros de esta casa editora en menos de dos años representa un quebranto irreparable para todos los que laboramos aquí y, en particular, para sus familias.

Hacemos de su conocimiento que somos comunicadores, no adivinos. Por tanto, como trabajadores de la información queremos que nos expliquen qué es lo que quieren de nosotros, qué es lo que pretenden que publiquemos o dejemos de publicar, para saber a qué atenernos.

Ustedes son, en estos momentos, las autoridades de facto en esta ciudad, porque los mandos instituidos legalmente no han podido hacer nada para impedir que nuestros compañeros sigan cayendo, a pesar de que reiteradamente se los hemos exigido.

Es por ello que, frente a esta realidad inobjetable, nos dirigimos a ustedes para preguntarles, porque lo menos que queremos es que otro más de nuestros colegas vuelva a ser víctima de sus disparos.

¿Qué quieren de nosotros? Artículo de El Diario, Ciudad Juárez, 20 de septiembre 2010 at http://www.rnw.nl/espanol/article/%C2%BFque-quieren-de-nosotros-articulo-de-el-diario-ciudad-juarez

A continuación se describe la cruda realidad de las operaciones de información de los cárteles y la narcocensura:

“Un componente significativo de esta violencia se ha dirigido contra periodistas y grupos mediáticos en un esfuerzo para silenciar los medios de comunicación a fin de asegurar que los cárteles puedan operar con impunidad. Emisoras de televisión (como por ejemplo TELEVISA en Tamaulipas y Nuevo León) han sido atacadas con granadas y periodistas asesinados, secuestrados y sencillamente han desaparecido. Los ataques más viscerales de la lucha de contrapoder de los carteles son los ataques brutales a periodistas.

Según Artículo 19, en 2011 se han llevado al cabo 172 ataques a periodistas en México. Estas cifras incluyen el asesinato de 9 periodistas, 2 asesinatos de trabajadores de los medios, 2 desapariciones de periodistas y 8 asaltos con armas o explosivos contra las instalaciones mediáticas (Article 19,2012). Del 2000 a la fecha, 66 periodistas han sido asesinados, 13 permanecen desparecidos y 33 edificios o instalaciones de los medios de comunicación han sido objeto de ataques con explosivos o armas de fuego (Article 19,2012).”

Los cárteles no buscan únicamente silencio e impunidad, buscan influir en la percepción de los cárteles, utilizando una especie de narcopropaganda. Esta estrategia emplea una amplia variedad de herramientas incluyendo medios violentos: decapitación, secuestros (levantones), asesinatos, bombas y ataques con granadas así como  medios de información – pancartas (narcomantas), cortes de tráfico (narcobloqueos), manifestaciones y canciones típicas sobre virtudes de los cárteles(narcocorridos). Incluso ahora los métodos físicos tradicionales como grafiti y vallas publicitarias en las carreteras se ven amplificadas en su alcance por los medios digitales.

Narcocultura y Bandidos Sociales

Los bandidos son un elemento clásico de la política mexicana (Vanderwood, 1992). Ciertamente, bandidos forman una narrativa esencial del discurso poder-contrapoder de la lucha mexicana con los jefes de la droga y narcos. Hobsbawm caracteriza esta lucha  de ´rebeldes primitivos´ que retan  al estado atreves del ´bandolerismo social´ (Hobsbawm, 1959, 1969/2000). Esencialmente, este discurso estimula no solo la inestabilidad política y de su seguridad pero también cambios sociales radicales vía la insurgencia criminal. Esta transformación constituye la modificación social y del medio descrita  en la investigación sobre carteles y narcocultura de Robert J. Bunker (Bunker, 1997,Bunker y Bunker, 2010a,2010b) y el reportaje sobre los cultos de Santa Muerte y Jesús Malvende publicado por Guillermoprieto (2009) y la Familia Michoacana con prácticas teológicas descritas por Logan y Sullivan (2009).

Guillermoprieto (2009) define narcocultura en términos generales como una relación tortuosa de los cárteles con el poder que muchas veces se escenifica en la corrupción. En el contexto social o cultural que aquí se examina, ella define la narcocultura en un sentido más específico: la producción de símbolos,  rituales y artefactos – lenguaje coloquial, cultos religiosos, música, bienes de consumo – que permiten a personas involucradas en el negocio de la droga identificase como parte de una comunidad, establecer una jerarquía donde los hechos que llevan a cabo en su trabajo adquieren un valor positivo y absorber así el terror inherente  en su trabajo diario.

Bunker y Bunker (2010b) define ´la modificación del ámbito social´ como un elemento de guerra no estatal; específicamente: “Esta guerrilla – que se manifiesta como insurgencias criminales derivadas de grupos de bandas, carteles y redes mercenarias – promueven nuevas formas de organización estatal derivadas de comportamientos y normas políticas y sociales basadas en la criminalidad”.

Los elementos claves de las modificación social y del medio incluyen veneración de narcosantos, violencia simbólica (incluyendo decapacitaciones y cadáveres mensajes (poner un mensaje a un cadáver)), el uso de narcomusica (narcocorridos) y el empleo del medio social para difundir mensajes y otorgar legitimidad al cártel. [2] Wormer y Bunker (2010) subrayan la importancia de los medios sociales  en la modificación del ámbito social en el contexto de bandas y cárteles mexicanos. Un destacado ejemplo de una banda que confecciona narcocorridos promoviendo las virtudes de los carteles seria Los Tigres del Norte. Otra forma de divulgación de mensajes para otorgar legitimidad potencial y formar la percepción pública incluye narcomensajes (esencialmente comunicados), narcopropaganda (narcomantas) y manifestaciones.

En su conjunto estos medios se pueden combinar entre sí para conferir legitimidad al cártel o banda en una especie de bandolerismo social post-moderno descrito por Hobsbawn (2000).

Narcocultura y bandolerismo social son mecanismos para asegurar la legitimidad del los cárteles y bandas en las zonas que aspiran dominar. Se juntan con la violencia cruda y el barbarismo empleandose como herramientas de dominio social y del medio para acumular y solidificar el poder político (Sullivan & Elkus, 2011).

Este nexo de economía política y criminal y la insurgencia criminal puede describir como (Sullivan & Elkus, 2010):

“el recurso del barbarismo en un conflicto que incluye decapitaciones, ataques a policía y periodistas, y la corrupción de oficiales elegidos y de la Policía.  Paulatinamente, los cárteles han expandido su alcance dentro del Estado para incluir la provisión de bienes sociales y adjudicarse el nombre de “bandidos sociales” para asegurar el apoyo y legitimidad de las comunidades y negocios – inclusive Petróleos Mexicanos/PEMEX – con la práctica de extorsión e el cobro de impuestos “callejeros”. El papel de la policía en estos conflictos requiere un modelo policial ampliado con capacidad para operar en modo COIN (contrainsurgencia) para ejercer control estatal sobre estas jerarquías alternativas. Condiciones parecidos a los que se encuentran en México se pueden ver en otras zonas de Latinoamérica – notablemente en Guatemala así como África del Oeste. Las bandas criminales transnacionales están alterando la soberanía mediante la creación de zonas de “soberanía dual” sostenidas por circuitos ilícitos de economía transnacional. El resultado es una criminalización reciproca de política y una politización del crimen.”

Las operaciones de información de los cárteles, “ infooperaciones”, no buscan solo silenciar adversarios y las críticas, sino convertirse  en una herramienta para extender su alcance político y reconfigurar el estado creando una estructura que encaja y promueve sus objetivos. De este modo los cárteles emplean y se ven utilizados por la nuevos medios de comunicación. Mientras buscan ganar legitimidad – o sumisión- de la populación en general por un lado (a la vez que suministran bienes sociales utilitarios para adelantar este objetivo), la sociedad civil busca retaliación y mantener el orden y seguridad por otro lado. Se puede ver los cárteles anunciando sus ataques brutales, vestidos de uniformes de cárteles, desarrollando y desplegando sus propias redes de comunicación por microondas encriptados, empleando los medios de comunicación social, modificando el espacio medio y social con sistemas de creencias alternativas y  comisionando narcorridos para divulgar y promocionar sus palabras y actos.

Santitos: Narcosantos y la Dimensión Espiritual de Narcocultura

Los ´Santitos´ o narcosantos son un símbolo folklórico de veneración que se han incorporado como componente de narcocultura y ´rebelión primitiva´. De este modo, la narcocultura forma directamente los sistemas de creencias sociales. Este proceso demuestra el impacto potencial de la violencia del cartel y la insurgencia criminal en la sociedad y sus instituciones políticas, culturales y sociales (Bunker & Sullivan, 2012). Los narcosantos (Jesús Malverde, Santa Muerte y las quasi-evangélicas (estructuras de La Familia y los Caballeros Templarios de Michoacán) son partes integrales de esta formación cultural y social. Narcoimágenes son empleadas para facilitar la justificación (u ofrecer consuelo a los que cometen actos brutales). También se emplean por los jefes de las bandas para unir gánsteres en bandas cohesivas y asegurar su legitimidad en la comunidad en general. El poder de esta dimensión de narcocultura no puede ser subestimado. Como Sullivan & Bunker (2012 ) subrayaron, la insurgencia criminal y espiritual son interactivas.

“Existen tres corrientes de modificación del medio social que converjan con la insurgencia espiritual potencial y se encuentran en la guerra de cárteles criminales en México y la insurgencia criminal. Estos cultos de Jesús Malverde y la Santa Muerte así como los cárteles narcoevangélicos  de Michoacán: La Familia Michoacana y su grupo sucesor Los Caballeros Templarios. Los narcosantos son un fenómeno de base a diferencia de los cárteles narcoevangálicos son un fenómeno jerárquico en pirámide de poder hacia arriba. Ambos, sin embargo, engendran aspectos de bandolerismo social.”

La Familia es un grupo ilustrativo de este fenómeno. La Familia emplea la violencia simbólica como afirmación social cuando se anunció como actor en el narcoescenario de Michoacán. El 6 de septiembre del 2006 un grupo de sicarios (asesinos) asaltaron el club nocturno Sol y Sombra en Urapan, Michoacán para darse a conocer. Tiraron cinco cabezas humanas en la pista de baile y proclamaron un narcomensaje como sigue (Logan & Sullivan):

“La Familia no mata para dinero; no mata para mujeres; no mata gente inocente; solo mata los que merecen morir, morir. Todo el mundo lo debe saber…..esto es la justicia divina.”

La Familia todavía existe y procura mantener la soberanía dual aunque le ha surgido un grupo sucesor y competidor, los Caballeros del Templo, quienes siguen empleando imágenes espirituales para sostener las operaciones de sus facciones. Estos dos grupos emplean como modelo a los líderes fundadores de La Familia “El Chango” y El Chayo” (José de Jesús Méndez Vargas y Nazario Moreno Gonzales respectivamente). Aunque ya no estén en activo, estos dos jefes demostraron la utilidad de explotar las imágenes espirituales- incluyendo su propia biblia – para ejercer el control sobre sus seguidores. Estas imágenes se apoyan en la violencia y corrupción. Otros narcocultos veneran los santitos y emplean la violencia simbólica y el `bandolerismo social´ para asegurar el control e influencia. El resultado es la aparición de nuevos narcocultos (narcoreligiones) y su incorporación al mundo alternativo del espacio político y económico. Especificamente, las facciones de Sinaloa favorecen Jesús Malverde y los Zetas veneran la Santa Muerte Lo cierto es que narcocultos, narcocultura, narcocorridos y ´bandolerismo social´ están vinculados entre sí (Sullivan &Bunker, 2012).

Narcomusica y Narcocorridos

La música es un elemento clave de transmisión de los valores culturales alternativos en el narcoespacio. Narcomusica es un componente integral de las operaciones de influencia de los cárteles (operaciones de información) y es instrumental para definir el personaje de un forajido o bandido (Simonett, 2006). La tradición de los narcocorridos surge de la tradición ranchera de baladas populares (corridos) que exaltan hechos heróicos Los narcocorridos, variantes de los corridos tradicionales se han extendido desde la narcosubcultura a audiencias generales en México y los Estados Unidos de América. Narcocorridos proclaman las virtudes de los jefes de la droga y describen, glorifican, narran y lamentan los hechos de los narcos, proyectando así su imagen de héroe popular y muchas veces relacionan los narcos a Jesús Malverde, el ´bandido social´ arquetipo de Sinaloa (Simonett, 2006).

Destacados grupos musicales y narcocantantes incluyen los Tigres del Norte (cuyo primer éxito fue “Contrabando y Traición”), los Tucanes de Tijuana, y la Banda El Recodo. Todos estos grupos de renombre proceden de Sinaloa. Muchos de sus éxitos musicales han sido censurados convirtiéndolos en corridos prohibidos, (nombre, Corridos Prohibidos, que también sirve de título de álbum de los Tigres del Norte). Sin embargo las prohibiciones no han frenado la mística de las canciones y el género musical sigue creciendo en popularidad. Simonett (2006) asegura que el género empezó a popularizarse cuando los narcos empezaron a ser tolerados y muchas veces protegidos por oficiales mejicanos.

Simonett (2006) observó que la narcomúsica esta interrelacionado con imágenes de poder: “Más allá de la letra, la narcomusica facilita el vehículo por lo cual los oyentes y autores inventan, construyen y afirman sus identidades. Esta música no se puede comprender adecuadamente si se extrae de las relaciones de poder que la envuelve y que alimenta su crecimiento”.

Esencialmente, la narcocultura proyecta su poder a través de los narcocorridos que rodean las actividades de los narcotraficantes. Narcos gozan de prestigio y se retratan como figuras poderosas en la comunidad a pesar de su participación en tráfico de narcoticos y otras empresas criminales (incluyendo secuestros y asesinatos). Muchos residentes ven al narcotráfico como una actividad económica en vez de una empresa criminal. Simonett informa que Oscar Loza, Presidente de la Comisión de Derechos Humanos de Sinaloa observó que el tráfico de drogas puede prohibirse legalmente pero no socialmente. De hecho, los traficantes se ven a sí mismos (y así se les ven los demás) como gallos valientes.

Precisamente aquí la tradición de ´bandolerismo social´ entra en juego puesto que los bandidos tienen una larga historia en México. De hecho Pancho Villa se le recuerda como “trickster” aprovechado (un término aplicado frecuentemente a muchos narcos). Hobsbawm (1969/2000) manifiesta que los hombres audaces que retaron la autoridad (bandoleros de los caminos, briganes, desesperados y otros forajidos que son catalogados como bandidos) se les retratan frecuentemente en esta luz positiva y romántica por poblaciones que viven excluidos de la vida cotidiana, política y económica. Este apodo de `bandido social´ ha sido adoptado y cultivado por muchas organizaciones de carteles en México. El bandido social post-moderno (el narco) se retrata no tanto como un hombre que hace justicia sino como un vengador que ejerce fuerza para demonstrar que incluso los pobres y débiles pueden ser una fuerza terrible de poder. De este modo las imágenes y ética del ´rebelde primitivo´ (Hobsbawn, 1959) encuentran resonancia contemporánea.

Edberg (2001) también examina el papel narrativo de los jefes de la droga como ´bandidos sociales‘ donde la figura del narco esta “construida, diseminada y conectada con la practica diaria ” vía narcocorridos. Para Edberg, es significante la elección del medio del corrido para transmitir esta persona. Edberg nota que un número significante de personas entrevistadas percibían narcorridos como corridos tradicionales. Otros (notablemente prisioneros en el Cereso, cárcel de Juarez), incluyendo juventud de los barrios y colonias de la frontera US-México, consideran narcocorridos como una reflexión del status  como ´hombres grandes o caudillos´ que proporcionan riqueza y trabajo a la comunidad. La imagen del narco (narcocultura) forma para de su realidad diaria. Incluso la imagen del AK-47, el cuerno de chivo, impregna la atmosfera de la calle´. Edberg también notó que los entresijos políticos están presentes en muchos narcocorridos que por lo tanto también se pueden percibir como manifestaciones políticas.

Narcocorridos se pueden visionar como relatos heroicos o alegóricos (Edberg, 2001). Esta caracterización se encontraba fundamentalmente en la Sierra donde los narcos se ven como ´hombres grandes´, que evitan captura de parte de las autoridades de EEUU y México mientras suministran bienes sociales y utilitarios. La imagen del “Trickster” aprovechado es compartida por algunos narcos y el Narcosanto (Jesus Malverde), un santito o narcosanto venerado por muchos en Sinaloa (y así vinculado con el cártel de Sinaloa). Narcocorridos también se pueden ver como la proyección de poder – y se consideran como canciones fuertes que sirven como una intoxicación de fuerza y ayudan a forjar la solidaridad e identidad del grupo.

Finalmente, narcocorridos se pueden contemplar como una herramienta de marketing (parecido al Rap Gansta) para proyectar la imagen el cártel, el poder y el dominio de la banda. De hecho una moda reciente social en México es la camiseta de Pablo Escobar que glorifica los excesos de los narcos y refuerza la fascinación general con los símbolos de la cultura de cártel entre la juventud mexicana [3]. Edberg (2001) señala que “los narcotraficantes mismos, viendo el poder de su caricatura como vehículo de marketing en los medios, muchas veces comisionan grupos norteños para escribir corridos sobre sus personas como una especie de anuncio, una re-creación de sí misma como persona narcotraficante codificado¨. Estos también incluyen la proyección de su imagen como ´bandido social´. Como tal, los narcocorridos son un fenómeno contemporáneo que funcionan como homenaje al mito transversal donde ´hombres grandes, reputación (de poder y barbaridad), bandolerismo y rebelión convergen.                                                                                                                                

Violencia Simbólica: Construir Estados y Librar la Guerra

Diane E. Davis observe que: “[La] creciente violencia dirigida y aleatoria perpetuada por las fuerzas armadas irregulares representa un reto directo a la legitimidad del estado y la soberanía nacional”. [4] Según su análisis, los cárteles y bandas son “actores no estatales, transnacionales que emplean la violencia para acumular capital y aseugurarse el dominio económico y cuyas actividades revelan redes alternativas de compromiso, poder, autoridad e incluso auto-gobierno.” [5] De hecho, la violencia simbólica es un elemento importante en la política del narcopoder.

El sicario (o asesino) es el soldado de a pie en la guerra brutal de los cárteles contra sus adversarios – tanto las bandas y como el estado.  Sus tácticas brutales, técnicas y procedimientos incluyen limpieza social, asesinatos, secuestros, tortura, descuartización, decapitación, personas ahorcadas desde puentes, hervir los rivales en ollas para crear lo que se llama eufemísticamente posole (o sopa) y al menos una reciente crucifixión – el viernes 07 septiembre 2012 Eladio Martínez Cruz fue encontrado crucificado en una señal de tráfico en Contepec, Michoacan. Supuestamente el hombre de 24 años fue detenido por la policía municipal por violación y posteriormente fue linchado (extraído por la fuerza de la custodia policial) por sicarios del cártel para posteriormente ser torturado, castrado y crucificado (se omiten los detalles más barbaros). El incidente fue trasmitido vía los medios sociales y el cuerpo utilizado como una narcomanta (un caso de cadáver-mensaje). [6]

El resultado de la interacción de formación social, violencia simbólica y confrontación con el estado es la creación de ´espacios de gobierno alternativos´. En un informe titulado “Cárteles de la droga adquieren papeles de gobierno en zonas de México” el periodista Alfredo Corchado explora esta intrusión de los cárteles en la soberanía nacional. El encontró:

La “policía” del cártel paramilitar ZETAS es tan numerosa aquí – más de 3,000 según una estimación – que sobrepasen las fuerzas oficiales, y su apariencia también les distinguen. Los sineros del cártel omnipresente es un componente de lo que describen los expertos como la emergencia de gobiernos virtuales paralelos en lugares como Nuevo Laredo y Ciudad Juarez – grupos criminales que cobran impuestos, recogen inteligencia silencian los medios de comunicación, dirigen los negocios e imponen una versión del orden que sirve sus fines criminales [7].

Como consecuencia, “regiones enteras de México están controlados por actores no-estatales, i.e., organizaciones criminales multi-actividades,” según Howard Campbell. “Estos grupos criminales se han transformado de ser estrictamente cárteles de droga hacia una especie de sociedad y economía alternativa. Son las fuerzas dominantes de coerción, cobran impuestos de la población, roban o controlan bienes como gasolina, venden sus propios productos y son los que toman las decisiones finales en los territorios que controlan. “[8] En una presentación el 21 de mayo 2010 en la “Conferencia sobre Actividades de Tráfico Ilícito en el Hemisferio Oeste: Posibles Estrategias y Lecciones Aprendidas”, Vanda Felbab-Brown, del Brookings Institution propuso la siguiente cuestión:

“El negocio de la droga y otras economías ilegales generan amenazas múltiples a los Estados Unidos y otras sociedades. Simultáneamente, grandes poblaciones en el mundo en zonas con presencia estatal mínima, gran pobreza y marginalización social y política dependen de economías ilícitas, incluyendo la venta de droga para su supervivencia económica y para satisfacer otras necesidades socio-económicas. Es fundamental por lo tanto, dejar de pensar en el crimen únicamente como una actividad social aberrante que se debe suprimir tajantemente sino pensar en el crimen como un competidor en la creación de estado.” [9]

George W. Grayson habla de algunos de los factores que subrayan el potencial para la formación de condiciones que conducen a la rebelión, ´banderolismo social´ y ´rebeldes primitivos (Hobsbawm, 1969/2000,1959). [10]

“El éxito en el avance de la seguridad, democracia y estado del derecho presupone que la estructura de poder de México apoya plenamente estas metas. Aunque Calderón es un hombre decente, un gran segmento del Establishment del país mira para otro lado en cuanto a las causas de raíz de la inestabilidad que aflige el Distrito Federal y la mayoría de los 31 estados mexicanos: la falta de educación decente, de atención médica y de oportunidades de empleo para el 40 porcentaje de sus co-ciudadanos que sacan sus ingresos como recogedores de basura en chabolas fétidas o subsisten cultivando en terrenos secanos del tamaño de un sello postal.”

Los “que no-tienen-nada”: ignorados por los élites y explotados por los narcos….a falta de otras alternativas, estos “sin-recursos” muchas veces aceptan trabajos como sineros, correos, cultivadores de droga o sicarios para los sindicatos. Capos como Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera han desarrollado un culto glorificado en los populares narcocorridos – baladas que veneran el coraje macho de los amos de las drogas y las contribuciones que hacen a sus comunidades.

La barbarización y narcocultura son actividades complementarias. El narcotráfico esta glorificado y los “NI-Nis” (jóvenes que “ni trabajan ni estudian”) y los pobres desengañados buscan el refugio del caudillo y su organización.

Conclusión: Bandido Social y el Narcopanorama

Los carteles de México se están desarrollando objetivos políticos distintos.  Narcocultura y `bandolerismo social´ son elementos claves de esta evolución. La Familia (y los Caballeros Templarios) es un ejemplo en este sentido. Con el suministro de servicios sociales y protección de infraestructura en áreas rurales y pueblos pequeños, estos actores no estatales están construyendo una base social. En barrios, colonias, pueblos y ciudades, están financiando relaciones políticas “padrón-cliente” para extender su influencia con el refuerzo de la corrupción, propaganda, manifestaciones políticas y demonstraciones así como el modelaje del medio social con narcocorridos, el bandolerismo es un elemento fundamental en el narcoconflicto de México (Lovan &Sullivan, 2009 and Sullivan & Elkus, 2009). Ver por ejemplo el siguiente narcocorrido de Guillermoprieto (2009) acerca de “El Chapo” Guzman, jefe del cártel Sinaloa:

“Él es un amigo de los que son amigos y un enemigo de los que son enemigos”….. y sigue la canción resumida por Guillermoprieto “ el controla mucho territorio y al final es bueno para todos!”

Las nuevas narcoreligiones están formando el narcopanorama y la insurgencia criminal de México. El culto de Jesus Malverde tiene vínculos con elementos del cártel de Sinaloa (lo cual no sorprende como el culto se originó en Sinaloa) y el culto de la Santa Muerte  tiene una influencia fuerte con los miembros de los Zetas y el cártel del Golfo. Guillermoprieto, por ejemplo, indica que el naroculto más antiguo es el “culto de Jesus Malverde, santo patrono de Chapo Guzmán y los otros traficantes de Sinaloa”. Ella añade que “ La Santa Muerte, el culto más nuevo y de más rápido crecimiento está asociado con el grupo de narcotraficantes del Cartel del Golfo – los Zetas”. La alteración que resulta de esta modificación social y del medio es un componente clave en la insurgencia criminal de México. Esta insurgencia que aspira a dirigir el gobierno sino una insurgencia que altera radicalmente las estructuras de poder, acceso económico y la vida cultural.

Las narcoimagenes desde narcocorridos a narcograffiti (narcopintas) infiltran la vida mexicana. Las imagenes no se pueden evitar en la televisión, los medios sociales, en la radio y la calle de las plazas, colonias, ciudades y estados con su soberania en juego. El resultado es la narcopolítica. Sin duda las fuerzas de mercado están en auge y el marketing de narcoimágenes es un lucrativo negocio al tráfico de drogas (y una manera viable de blanqueo de dinero y sostener el flujo financiero ilícito), pero el impacto clave es el político y social. Artefactos de violencia y poder impregnan y forman el narcopanorama.

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Notes

[1] Molloy, Molly ,(2012). “Mexican Death Toll in Drug War Likely Higher Than Reported,” Phoenix New Times, 26 July at http://www.phoenixnewtimes.com/2012-07-26/news/mexico-s-unknown-drug-war-death-toll/

[2] Narcocorridos are powerful communication tools. Commenting on narcocorridos, Guillermoprieto observes that not only are they linked to traditional epic corridos, but they have a strong association with Mexico’s revolutionary history, especially Pancho Villa, a renowned social bandit.

[3] “Cashing in on cocaine culture? Son of Pablo Escobar sells T-shirts featuring kingpin's image,” NBC News, 03 October 2012 at http://worldnews.nbcnews.com/_news/2012/10/03/14194947-cashing-in-on-cocaine-culture-son-of-pablo-escobar-sells-t-shirts-featuring-kingpins-image?lite .

[4] Davis, Diane E., "Irregular Armed Forces, Shifting Patterns of Commitment, and Fragmented Sovereignty in the Developing World." Forthcoming in: Theory and Society. MIT Open Access Article, 19 April 2010.

[5] Ibid.

[6] Robert Bunker (2012), “Mexican Cartel Tactical Note #13: Man Crucified in Michoacán, Mexico,” Small Wars Journal, 10 September at http://smallwarsjournal.com/blog/mexican-cartel-tactical-note-13-man-crucified-in-michoacan-mexico .

[7] Corchado, Alfredo, "Drug cartels taking over government roles in parts of Mexico," Vancouver Sun, 04 May 2011.

[8] Ibid.

[9] Felbab-Brown, Vanda, "Conceptualizing Crime as Competition in State-Making and Designing an Effective Response," Speech at Conference on Illicit Trafficking Activities in the Western Hemisphere: Possible Strategies and Lessons Learned, Brookings Institution, 21 May 2010.

[10] Grayson, George, W., "Mexico Today and the Fight against Vicious Drug Cartels," Mexidata, 03 May 2010 at http://mexidata.info/id2647.html.

El Autor:

John P. Sullivan

Es un agente de policía de carrera y está actualmente destinado como Teniente en el Departamento de Los Angeles Sheriff. Ejerce también de Investigador Adjunto de la Fundacion VORTEX; Investigador senior en el Center for Advanced Studies on Terrorism (CAST) y de Editor Senior en Small Wars Journal-El Centro. El es co-editor de Countering Terrorism and WMD: Creating a Global Counter-Terrorism Network (Routledge, 2006) y  Global Biosecurity: Threats and Responses (Routledge, 2012). El es co-autor de Mexico´s Criminal Insurgency: A Small Wars Journal-El Centro Anthology (iUniverse, 2011). Su investigación actual se centra en el impacto de crimen organizado transnacional en la soberania de Mexico y otros paises.

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About the Author(s)

Dr. John P. Sullivan was a career police officer. He is an honorably retired lieutenant with the Los Angeles Sheriff’s Department, specializing in emergency operations, transit policing, counterterrorism, and intelligence. He is currently an Instructor in the Safe Communities Institute (SCI) at the Sol Price School of Public Policy, University of Southern California. Sullivan received a lifetime achievement award from the National Fusion Center Association in November 2018 for his contributions to the national network of intelligence fusion centers. He completed the CREATE Executive Program in Counter-Terrorism at the University of Southern California and holds a Bachelor of Arts in Government from the College of William and Mary, a Master of Arts in Urban Affairs and Policy Analysis from the New School for Social Research, and a PhD from the Open University of Catalonia (Universitat Oberta de Catalunya). His doctoral thesis was “Mexico’s Drug War: Cartels, Gangs, Sovereignty and the Network State.” He can be reached at jpsullivan@smallwarsjournal.com.